Cuando los gatos no son pardos

Da igual que sea más de medianoche y que esté en Ibiza. Paris Hilton sale de su hotel con unas llamativas gafas de sol de montura blanca y un vestido largo blanco con rayas multicolores. Tarda más de quince minutos en recorrer los escasos metros que separan la entrada de su hotel del todoterreno negro en el que saldrá a disfrutar la noche. Decenas de flashes. Decenas de selfies. Decenas de poses.

En la noche caben todos los estilos imaginables: lady, hippy, boho, retro, rockabilly, punk, grunge, sport, pin up…

El estilo lady del que la millonaria hace bandera no es el más presente en las calles que rodean el hotel de Platja d’en Bossa en el que se aloja. Cruzando la calle, en el aparcamiento de la discoteca Space Sarah, Pip, Lydia, Katie y Laura, de Liverpool lucen transparencias, estampados psicodélicos, shorts y llamativos maquillajes metálicos con aplicaciones de cristales. Confiesan que, aunque todo lo que llevan se lo han traído en la maleta, la combinación no es la que usarían para salir de fiesta en su tierra. Eso mismo afirman Dilara, Natalie y Poppy. «En Escocia hace mucho frío para ir así», confiesan las turistas mientras se disponen a cruzar la calle para hacer botellón. Una de ellas sale de fiesta simplemente con un body y un kimono abierto con transparencias.

Prácticamente se cruzan con Valentina y Lorenzo. Son italianos. Se nota de lejos. Vestidito blanco con cazadora vaquera, ella. Vaqueros ajustados y camisa de flores abrochada hasta el último botón, él. «La gente aquí se viste muy diferente a Italia para salir», opinan, un poco alucinados. Valentina, que completa su look con unas cómodas deportivas de lentejuelas, confiesa que el primer día vivió la noche ibicenca con unos tacones de vértigo. Vistos los estilismos que se gastan los turistas por la zona, desde el segundo día sale con sus deportivas. «Mucho más cómoda», defiende.

En la cola de la discoteca se mezclan todo tipo de estilos. Desde las más preppies, con sus vestidos de niñas buenas, a los más destroyers, con sus camisetas rotas de grupos de rock y sus botas moteras. Entre unos y otros, todas las posibilidades imaginables: lady, hippy, hippychic, boho, retro, vintage, rocker, punk, grunge, dandy, rockabilly, sport, pinup… Y, sobre todo, mucho estilo despedida de soltera. Aunque nadie vaya a casarse. Lisa y Aishling, que piden que las llamemos Lasho, no han podido resistirse a unas coronas con luz. Lisa, en rosa. Aishling, en azul. Una tercera amiga, sin nada en la cabeza, confiesa que ella es la «normal» del grupo. Pone los ojos en blanco cada vez que sus amigas gritan, cantan o ponen morritos. También con corona, aunque plateada y con tachuelas, cenan Loren, Magale y Jasmine. La llevan perfectamente encajada en sus perfectos moños. Leticia, con el mismo peinado pero sin corona, se justifica: «La reina es la única que no lleva corona». Su estilismo tiene explicación: son bailarinas de la fiesta de Carl Cox.

Estilo italiano

A escasos metros de donde las chicas cenan antes de entrar a trabajar hay aparcada una enorme limusina Hummer blanco. Luca, Nicola y Carmine, de Nápoles, lucen sus mejores galas discotequeras mientras posan con el llamativo vehículo: pantalones rotos, desteñidos y ajustados, deportivas y camisetas que no se salen del binomio blanco y negro. Muy conjuntados, nada que ver con el eclecticismo de un grupo de jóvenes holandeses que se ríen a carcajadas mientras intentan hacerse un selfie. Y que entren todos. Y con la mano algo tonta después de varias horas bebiendo.

Federica, italiana, está acostumbrada a que se fijen en su look. Trabaja captando clientes en un pub y su imagen es muy importante. Le gusta destacar entre el mar de camisetas, vestidos de lentejuelas, shorts, tops de licra y chalecos de flecos que abundan en la noche ibicenca. Se cuida mucho de decir dónde se compra ropa como la que lleva esta noche: top y falda de estampado que recuerda a un pañuelo antiguo, un conjunto con un punto retro que rompe con unas botas de cuero llenas de tachuelas. A principio de temporada llevaba tacones para trabajar, pero a mediados de agosto las noches se hacen largas y prefiere ir algo más cómoda.

Sentada en una de las terrazas, la espalda de Ana María destaca. Decenas de cadenas la cruzan de arriba abajo. Brillan con las luces. Ana María, rumana que vive en Tortosa, explica que se ha comprado el vestido en Eivissa, a sugerencia de su chico, David, que al verlo pensó que le quedaría muy bien. «Le sienta genial», opina admirándola una vez más. Aunque no lo tenía muy claro, visto el éxito del vestido, Ana María tiene claro que, pasadas las vacaciones, no se quedará arrumbado en un armario: «En Tortosa también me lo pondré». Los maniquíes de una tienda cercana, con máscaras de monstruos, caretas y pelucas, lucen vestidos similares al suyo.

Paloma, Virginia y Charlotte, de Madrid, confiesan que han tenido que improvisar un poco. En su maleta para Eivissa llevaban unos seductores tops de crochet, pero con contaban con que estos dejaran ver más de lo que tenían pensado, así que han tenido que ponerse algo debajo, confiesa mostrando la pieza de color carne que cubre sus pechos. Con sus pantalones de tiro alto y sus largas melenas, llaman la atención de buena parte de los hombres que pasan por su lado.

Entre ellos, la de Marco, italiano, que aprovecha el momento que las madrileñas posan para intentar que se tomen algo en su terraza. Marco viste una camiseta larguísima, hasta medio muslo, y unas bermudas que casi acaban donde empiezan sus calcetines, que lleva estirados al máximo. Tanto esto como el moño con el que se peina parece ser uno de los estilismos masculinos del verano, vista la cantidad de hombres (especialmente italianos y argentinos) que podrían confundirse con él. Irene compañera suya de trabajo, afirma que es moda. Ella, para trabajar todas las noches explica que tira de básicos cómodos y fresquitos: minifalda y camiseta corta y escotada para no pasar calor.

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